Si reflexionamos un poco sobre el papel de los medios de comunicación en la sociedad salvadoreña, nos damos cuenta de que han perdido credibilidad frente a las personas. Ante esta situación, vale la pena preguntarse ¿por qué?
Fernando Savater afirma que “los medios de comunicación son un servicio público; es decir, son un servicio que está a disposición del público y para el público”, con lo cual se pretende dejar claro que todo medio debe trabajar en función de la sociedad. A favor del pueblo y para el pueblo. Debido a la dimensión transformadora que éstos tienen, logran dominar y persuadir a las audiencias a través de la creación de prototipos que manipulan las voluntades y pensamientos de las personas. Ante esto surgen dos grandes problemas: el primero es la concentración de la información. Todo lo que los medios publican es para la sociedad la versión real de los hechos; por ello ya no comprueban datos, manejándose así un mismo discurso.
Si pensamos un poco en lo que hoy en día transmiten los medios, nos damos cuenta de que es puro entretenimiento, lo cual conduce a tener un alto grado de desconocimiento de la realidad y, por ende, una total indiferencia frente a las situaciones que se viven. En las diferentes programaciones ya no hay debate, ya no hay una oportunidad que les permita a las personas razonar y argumentar; porque eso es lo que logra un debate: tener una discusión razonable con previo conocimiento y documentación de las temáticas. Savater, ante esto, argumenta: “Hoy los programas de debates han sido sustituidos por una especie de aquelarres, de monstruos surgidos de no se sabe qué espantoso lugar…eso no es un programa de debate…” Puede parecer exagerado, pero todo esto conlleva a una subordinación que los medios logran gracias a su poder persuasivo.
El segundo problema es la falta de abstracción. En la actualidad, a las personas ya no les interesa investigar y conocer lo que sucede; ya no razonan lo que ven, miran o escuchan. Están como adormecidos. Ignorantes frente a los problemas de los demás, ignorantes frente a los argumentos. Ignorantes frente a la razón.
No saber pasar de lo concreto a lo general ni tampoco poder dar un juicio personal para juzgar los acontecimientos, son dos grandes evidencias de la enorme influencia del discurso de los medios de comunicación en las personas, algo que Savater afirmaba con una frase: “Una idea no es una imagen”. Él decía: “…estamos viendo que las grandes ideas abstractas en los medios de comunicación se representan con imágenes”. Esto indica que los medios crean en las personas un ideal de cada cosa, para que éstas las juzguen con el criterio que a la cadena mediática le conviene.
Por ende, los seres humanos nos estamos volviendo incapaces de analizar las ideas que se nos presentan y, en vez de tomarlas como una propuesta, las seguimos como el modelo ideal. El ser humano se está dejando hipnotizar a la pasividad por las grandes corporaciones. El grave peligro es que se le está olvidando pensar, por ello busca algo o alguien que lo haga por él, y en los discursos de los medios ha encontrado el ente perfecto para que sustituya su autonomía como individuo. Pero, ¿cómo lograr salir de esta ignorancia en la que nos encontramos, si el tratamiento que se le da al discurso de los medios nos condiciona a actuar sin análisis ni abstracción?
¿Medios o empresas de comunicación?
¿Por qué los medios han dejado a un lado la función de ser servicios públicos para pasar a ser servicios comprados? No hay que dejar de lado que antes que nada son una empresa que busca vender; y, por lo tanto, su libertad de información llega hasta donde el cheque lo permita.
Es bastante complejo hablar de dicha libertad porque esto conlleva a la verdad, un término relativo para cada ser humano. Emilio Martínez Navarro habla de dos tipos de libertad: la libertad negativa y la libertad positiva. Sostiene que “…la libertad como no-dominación sería en un cierto sentido negativa (ausencia de dominación…) y en cierto sentido positiva (autocontrol, autodominio, autonomía personal). Pero, ¿hasta qué punto cabe hablar de libertad en los medios? Se supone que estamos en tiempos en los que hay libertad de expresión y que los medios son un claro ejemplo de ello. Pero al ver la realidad de la comunicación mediática en nuestro país, caemos en la cuenta de que todo se queda en un juego de palabras. Estamos llegando al límite de ser una sociedad desinformada, porque en lugar de transmitir una información certera de los hechos, los medios manejan los mensajes bajo sus propios intereses económicos.
Roland Jacquard afirma que la desinformación es “Un conjunto de técnicas utilizadas para manipular la información conservando su verosimilitud con el fin de influenciar sobre la opinión y las reacciones de las gentes”. Es decir, que el mensaje de los medios está inclinado al bienestar de las élites y no del ciudadano común que quiere recibir la verdadera noticia y que cree recibirla. El mensaje está manipulado por el mercado, y el grave error es que los medios están dentro del mercado. Un mercado que ve a las personas como individuos. Un mercado que rige todas las relaciones personales y maneja una lógica capitalista que sólo vela por el lucro.
Todo esto ha invertido la función de los medios porque ya no informan y, peor aun, ya no educan. Fernando Savater dice que “los medios de comunicación son un instrumento educativo”; pero, hoy por hoy, conviene preguntarse ¿educativos de qué? ¿De consumismo?, ¿de indiferencia?, ¿de individualismo?
A los dirigentes de las grandes cadenas mediáticas les convendría retomar el concepto de versión que plantea Ignacio Ellacuría, es decir, buscar a los demás, dirigirse a los demás. Ser un servicio de poder de información y no poner la información al servicio del poder.
El periodismo. Una profesión al margen del bien común
Para Emilio Martínez Navarro, “En cualquier profesión que merezca ese nombre hay dos polos complementarios: lo que mueve al profesional y lo que legítimamente demanda la comunidad a los profesionales”. A partir del segundo enunciado, cabe preguntarse: ¿Qué le demanda la comunidad a los periodistas?
Para responder a este tipo de cuestionamientos, es preciso no ver al periodista como un solo ente, que se manda a sí mismo y no depende de nadie, sino hay que reconocer y tener claro que detrás hay una institución o empresa que gobierna su actuar, por lo que éste se ve condicionado fuertemente al ejercer su profesión. En torno al periodista se mueven dos tipos de bienes: internos (que dan sentido y legitimidad a su profesión) y externos (reconocimiento, poder y riqueza). Pero, ¿dónde entra el bien común? ¿Cómo lo definen?
Si partimos desde el punto de vista de Franz Hinkelammert, podemos decir que el bien común “resulta de la experiencia de entender a otros…quien no se siente afectado no percibe ninguna necesidad de recurrir al bien común”; no obstante, aunque el periodista va a los lugares del hecho y vive la historia, no es su versión la que cuenta aunque haya experimentado las situaciones, sino los hechos que le convienen transmitir al medio, dejando atrás el beneficio de todos en cuanto a su derecho de información, y velando sólo por el bienestar de pocos.
Sabemos que no podemos desligar a los medios del mercado porque están sumergidos en él, pero es precisamente por ésta subordinación que surgen muchas exigencias del ser humano, el cual no se siente satisfecho con su trabajo. Asimismo, no se puede olvidar que vivimos en una sociedad enajenada por la mentalidad individualista, en la que cada uno actúa según sus propios intereses. Por lo tanto, el bien común queda al margen de la profesión periodística, que aún si es un trabajo social y el bien común parte de lo social, no se logran compaginar, ya que los medios de comunicación no están dispuestos a descentrarse de su yo; y, mientras el bien común se siga individualizando por parte de la sociedad, alcanzarlo seguirá pareciendo una utopía.
La ética del bien común desde los medios de comunicación
“Una sociedad donde quepan todos” y “la vida corporal de todos” son dos frases que retoma el filósofo Carlos Molina del teólogo brasileño Hugo Assmamm para plantear la idea de que somos seres sociales por naturaleza y necesitamos de otros seres para sobrevivir. Pero, ¿qué podemos hacer si el sistema capitalista se ha olvidado de esto? ¿Cómo sobrevivir en una sociedad que actúa bajo sus propios intereses y en donde el bien común se ha individualizado? Lastimosamente no tenemos muchas salidas, porque las oportunidades no son las mismas para todos y, por ende, todo se privatiza a nivel personal.
Las cosas serían más fáciles si el mercado contribuyera y le apostara a una sociedad más justa y equitativa. Pero sabemos que no es así y que lo que cuenta es llegar primero aun si eso conlleva a aplastar a los demás. Un claro ejemplo son los medios de comunicación. Lo importante para ellos es tener la nota antes que la competencia y sensacionalizarla para que llame más la atención, convirtiendo los hechos en show. Lo fundamental es el rating y vender. ¿Y la ética? Al parecer la lógica capitalista no entiende de ética.
Debido a todas estas distorsiones es que surge la preocupación por una ética del bien común, que si bien no resuelve la ética general, permite empatizar con el otro y entenderlo. Algo que no resulta nada fácil porque el ser humano se ha convertido en un “calculo de utilidad”, como lo llama Franz Hinkelammert. Es decir que cada persona ve al otro como un instrumento para alcanzar sus propios intereses, y cuando éste ya no le sirve lo desecha.
A manera de ejemplo, podríamos decir que una persona que trabaja para un medio, en este caso no la llamemos periodista porque no todos los que trabajan en los medios han ejercido dicha profesión, ve al otro como utilizable; ya que, por cuidar su trabajo o por otras razones, acepta todas las condiciones que el medio, en términos de empresa, le ordena. El conseguir una fuente clave a costa de lo que sea, el cambiar la versión de los hechos o el no contrastar informaciones, son algunas de las cosas que debe enfrentar si opta por mantener su bienestar, echando a la basura valores, principios y, obviamente, la ética.
¿El ver al otro como un instrumento es violar los derechos humanos? Claro que sí. No podemos aplastar la dignidad del otro, su autonomía y valor como persona para satisfacer intereses personales. No podemos pisotear y fingir que no pasa nada. Y no se trata de moralidades, sino de tener la conciencia de que el otro podría ser yo mismo. Carlos Molina dice que ahora “los derechos humanos tienden a interpretarse como derechos de la propiedad capitalista y de las relaciones mercantiles, los cuales se imponen por sobre los seres humanos de carne y hueso”. Es decir que en estos tiempos, sólo hablan de respeto de derechos humanos aquellos que tienen poder y que sienten perderlo, pero a los demás, que no tiene ni voz ni voto, nunca les han dado la oportunidad de reclamar los suyos.
Hinkelammert, frente a esta situación, propone “recuperar los derechos humamos”, ¿será posible? Nunca hay que perder las esperanzas. Por ahora es preciso pensar cómo hacerlo ya que, al parecer, los seres humanos nos estamos hundiendo, cada vez más, en un abismo de superficialidad e individualismo, donde sólo cabe el “yo” y lo que le interesa. El hombre, decía Pico Della Mirandola, tiene la posibilidad de volverse o como Dios o peor que un animal. Valdría la pena reflexionar sobre este aspecto.
Un intento por alcanzar la ética y el bien común en los medios de comunicación
Hoy en día, es difícil no dejarse someter por un poder que con su voluntad de dominio llega en todas nuestras relaciones (familiares, sociales, laborales, etc.). Este poder y su lógica siempre han sido y siguen siendo también hoy, el verdadero mal de nuestra sociedad. Es un poder que se expresa mediante la mentalidad dominante difundida por los grandes medios de homologación y de estandardización que cada vez más nos roban la cartera y el cerebro.
Este poder se observa en los medios de comunicación, como grandes entes de persuasión. No obstante, por ningún motivo hay que desaparecerlos, absolutamente. Lo que se pretende es recuperar su dimensión transformadora y educativa dentro de la sociedad.
Fernando Savater afirma que “los medios de comunicación no son nada ajeno o distinto a las personas; las personas podemos intervenir, podemos demandar, podemos reclamar, podemos, de alguna forma, orientar en los medios de comunicación también”. Es decir, que la sociedad tampoco puede quedarse pasiva y jugando sólo el papel de receptor, porque de ser así está contribuyendo al crecimiento de subordinación que ejercen los medios sobre la sociedad. Cada individuo debe despertarse y ser un juez frente a los medios, debe juzgar lo que transmitan y exigirles veracidad y objetividad. Vale la pena detenerse sobre este último punto porque es bastante controversial. Un grave problema es que la objetividad, al igual que la sociedad, también está enajenada y condicionada al contexto del mercado y la lógica capitalista; por ende, es bastante seguro que lo objetivo vendría a resultar subjetivo, porque su concepto es relativo para cada persona.
Para llegar a transformar los medios de comunicación es preciso comenzar desde los profesionales que laboran en ellos y de sus dirigentes. Martínez Navarro dice que “…la profesión es siempre una institución social que pretende ofrecer un servicio a la comunidad y a la vez tiene un compromiso ciudadano”, lo que significa que el gran reto de los medios de comunicación es volverse a ganar la confianza de la sociedad, abriendo un espacio para la opinión pública y el debate. Para el análisis y la argumentación. La sociedad necesita de medios de comunicación que permitan abstraer y razonar; no que se conviertan en un opio y conduzcan a la ignorancia.
Pareciera que construir esta sociedad ideal es una utopía; pero, de llamarla así, podemos afirmar que es una utopía alcanzable. Hinkelammert quiere llegar a esta lógica y a lo más radical y profundo de las personas. Él dice que no se deben dejar de lado “…los valores de reconocimiento y respeto mutuo entre los seres humanos…”, porque sólo esto conlleva a tratar de empatizar con el otro y entender sus experiencias.
Por otra parte, hay que recordar y tener claro que como sociedad necesitamos de los medios de comunicación, así como también necesitamos recuperar la confianza en ellos. Para esto, es importante que las corporaciones mediáticas traten de ligarse más al bien común y desprenderse un poco de los intereses del mercado. ¿Será posible? Cada quien debe responderse esta pregunta.
Para terminar, es preciso retomar una frase de Fernando Savater que engloba toda la reflexión: “A los medios de comunicación se les pueden atribuir muchos males, pero no es malo que existan. Puede ser malo que estén en manos de quienes están”.
N.S.
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